lunes, 27 de diciembre de 2010

LA FAMILIA DURANTE LA ADOLESCENCIA

Hacia 1950, desde posturas cercanas al psicoanálisis se defendía la imagen del adolescente rebelde que necesita casi romper los lazos afectivos con la familia. Al contrario, unos años más tarde apareció una visión de la adolescencia con un periodo en el que casi no hay conflicto y las relaciones con los padres son armoniosas. Actualmente estas dos posturas se han unido y se mantiene una concepción más equilibrada de la adolescencia como periodo en el que se producen determinados cambios aunque se continúa un camino que comenzó a andarse durante la infancia.


La mayoría de los conflictos entre los adolescentes y sus padres se deben en el fondo a una cuestión de control. Los adolescentes quieren librarse del control que sus padres ejercen sobre ellos porque consideran que ya son capaces de hacer muchas cosas por sí mismos. Los padres, por el contrario, pretenden seguir imponiéndose como lo hacían durante la infancia. Cundo los niños son pequeños y no tienen capacidad para decidir lo que quieren, el control de los padres domina las relaciones familiares, pero los adolescentes comienzan a pensar solos y a considerar a los amigos como otro grupo de referencia muy importante que dicta pautas.


En general, los conflictos son mayores al inicio de la adolescencia y hacia los 18 años suelen haber terminado. Afectan más a la madre que al padre, porque normalmente se refieren a aspectos de la vida cotidiana como la vestimenta, la higiene, los horarios o la alimentación, y en estos ámbitos es la madre la que impone el control. El que los conflictos sean más agudos al comienzo de la adolescencia se debe a que el adolescente todavía no tiene formada su identidad personal y necesita afirmarse a través de todos los aspectos que mencionamos antes. Unos años más tarde, cuando la identidad personal del adolescente está ya más formada, estos elementos pierden peso y los conflictos se reducen. Por otra parte, los conflictos desaparecen porque los padres suelen ceder ante los hijos a medida que se van dando cuenta de que sus hijos ya no son pequeños, que sus argumentos van teniendo sentido y que deben reducir su control ante ellos.
Uno de los aspectos que mayores modificaciones sufre durante estos años es la expresión de la afectividad. Los adolescentes suelen mostrarse ariscos y distantes con sus padres y llega un momento en que ya no se dejan besar ni abrazar. Los padres suelen quejarse de esta falta de afecto y tienen que modificar sus interacciones para acomodarse a esta nueva situación. Al igual que los conflictos, pasados unos años las relaciones volverán a la normalidad.

Como consecuencia de los logros cognitivos de esta etapa –el pensamiento formal, el pensamiento abstracto y la capacidad para plantear hipótesis-, las representaciones que los hijos tienen de los padres también se modifican. A partir de la adolescencia se empiezan a ver sus defectos y se empieza a pensar en cómo serian unos padres ideales. Como cabe suponer, los padres ideales nunca coinciden con los propios (quizás porque no existen) y los adolescentes disponen de diferentes recursos para criticar o rechazar sus actuaciones.

Por otra parte, los adolescentes comienzan a establecer relaciones de amistad que se basan en la igualdad. Los amigos y la forma de relacionarse con ellos constituyen en esta época una referencia importante. En muchas ocasiones, los adolescentes intentan trasladar esa forma de relacionarse con sus amigos, basada en la igualdad y la simetría, a la familia. Durante la infancia los padres ejercen su autoridad y cuando los hijos llegan a la adolescencia, se resisten a perderla. Así, aunque los hijos no cuestionan l autoridad de los padres en ciertos ámbitos como la moral o las convenciones ni pretenden una libertad total, sí reclaman que la autoridad desaparezca cuando se trata de cuestiones que sólo les afectan a ellos. El conflicto surge cuando se intenta establecer qué cosas son estrictamente personales y cuáles se mezclan con las cuestiones sociales o convencionales.

 

A pesar de todo, las funciones que cumple la familia se mantienen a lo largo de todo el ciclo vital. Durante la adolescencia, la familia sigue proporcionando cuidados y atención, así como las pautas de socialización necesarias para el desarrollo y la integración en la sociedad. Además, los roles familiares siguen siendo los mismos durante este periodo.

El estilo educativo también es un factor clave que define a la familia y se mantiene durante la adolescencia. Los efectos de los estilos educativos en la adolescencia son similares a los de la infancia. Así, el estilo democrático parece ser el mas eficaz y adecuado para conseguir un buen nivel de autoestima, la consecución de logros y una buena relación con los padres. En general, los hijos adolescentes de padres democráticos suelen ser mas autónomos, tienen un buen rendimiento escolar y presentan menos problemas de conducta y emocionales cuando se les compara con otros adolescentes. Esto se consigue porque los padres democráticos son capaces de ir retirando su control a medida que los hijos van demandando autonomía pero, a la vez, siguen proporcionando el apoyo necesario para que el desarrollo sea adecuado.
Los padres permisivos son, quizás, los más dañinos para los adolescentes. Estos padres, que generalmente no imponen límites, parecen no preocuparse por los logros, las actividades o las preocupaciones de sus hijos. La sensación de los hijos es que a sus padres no les importa los que hagan. Esta situación puede provocar trastornos como la depresión, problemas conductuales o emocionales y fracaso escolar.

El problema principal de los padres autoritarios es que no ceden en su imposición de control. En una situación en la que no se permita un mínimo de independencia, es posible que se produzcan conflictos más o menos graves y que el adolescente termine rebelándose o desafiando la autoridad de sus padres. 


Por último, otro de los aspectos que se mantienen contiguos entre los padres y sus hijos adolescentes son los valores y la ideología política, religiosa y social. Así, padres e hijos suelen estar de acuerdo en la mayor parte de sus convicciones excepto en las actitudes que mantienen hacia el sexo. Aunque la visión general suele coincidir, tanto chicos como chicas presentan conductas y actitudes sexuales más liberales.

En resumen, los conflictos entre los padres y los adolescentes son normales al principio de esta etapa y responden al aumento del deseo de autonomía por parte de los hijos. Hay que señalar también que, mientras que los padres no suelen dar mucha importancia a estos conflictos porque los perciben como una nueva forma de plantear los conflictos que también existían en la infancia –por ejemplo, la hora de irse a la cama-, para los adolescentes tienen mucha más importancia porque se tratan de imposiciones que les impide formar su propia identidad. Por eso, en ocasiones pueden exagerar la gravedad y la importancia de los conflictos así como de las actuaciones de sus padres.

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